EL SEMBRADOR DE LO QUE NO HAY
He visto las alas de un molino abandonado, que se movían.
He visto un labrador que hacía como que sembraba.
Iba solo, lento, el pecho rojo de sol, los pies desnudos, y le caía sangre de los pies;
Iba por un alto que da al pueblo, moviendo los brazos del cielo a la tierra.
Le he mirado a las manos:
¡Las tenía vacías ¡
- ¿Quién es? – he preguntado a un militar-
- Un loco – me ha dicho.
-
Yo he pensado:
¡Bienaventurados aquellos que hasta cuando los coge la locura se presentan nobles!
¡ Bienaventurados aquellos que, aun con las manos vacías, aman y siembran a puño lo que sólo está en su mente!
He visto las alas de un molino abandonado, que se movían.
He visto un labrador que hacía como que sembraba.
Iba solo, lento, el pecho rojo de sol, los pies desnudos, y le caía sangre de los pies;
Iba por un alto que da al pueblo, moviendo los brazos del cielo a la tierra.
Le he mirado a las manos:
¡Las tenía vacías ¡
- ¿Quién es? – he preguntado a un militar-
- Un loco – me ha dicho.
-
Yo he pensado:
¡Bienaventurados aquellos que hasta cuando los coge la locura se presentan nobles!
¡ Bienaventurados aquellos que, aun con las manos vacías, aman y siembran a puño lo que sólo está en su mente!
Luego, mirándome a las manos, me he dicho con una tristeza que me ahogaba:
- ¿Y yo? ¿Y otros?
Y dando la espalda al militar, me he descubierto, afligido, delante del sembrador loco.
¡Pobre molino abandonado, muévete en paz!
- ¿Y yo? ¿Y otros?
Y dando la espalda al militar, me he descubierto, afligido, delante del sembrador loco.
¡Pobre molino abandonado, muévete en paz!
Tomas Meabe
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